• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    Suerte en riesgo

    La buena fortuna que se atribuye a los miembros de la familia parece ser la maldición de algunas subespecies que hoy están en peligro; sin embargo, ese no es el único mal que afecta a los anfibios en Bolivia

     

    Enero 28 de 2015. Abro el periódico y  tropiezo con una noticia que me obliga a pensar en la suerte de una especie que tantas fobias despierta y tanta imaginería suscita como reminiscencias de nuestro origen primitivo: “Decomisan cerca de 150 sapos en Alasita”. Se trataba de sapos y ranas disecados de las especies Bufo Espinulosus y Pleuderma Cinerea, además de una rana gigante del lago Titicaca de la familia Telmatoliusculeus. Todos habían sido capturados para ser disecados y vendidos en la tradicional feria paceña de miniaturas de cada enero, un lugar donde  los comerciantes lucran con la arraigada idea de que los sapos y las ranas representan a la buena fortuna.

    Imagen: Fides.comComo en algunas culturas asiáticas, en la boliviana también se cree que los sapos y ranas son portadores de suerte y prosperidad. No por nada los hay en diversos materiales y tamaños, y en todas las presentaciones posibles: con monedas en la boca, con cigarros, abrigados con billetes falsos o reales, con corona y con ojos engarzados en piedras sintéticas. Imaginería e imaginación unidas.

    De acuerdo con la Ley de Medio Ambiente 1333 que prohíbe en su artículo 111 la caza y comercialización de especies silvestres, las autoridades del área realizan ocasionales operativos de control en lugares ya reputados como espacios de comercialización de animales simbólicos –tal como es el caso de la feria de Alasita–, o en otros sitios en los que algunos miembros de la fauna boliviana pasan de vendedores a compradores por los poderes curativos que la medicina tradicional les otorga, por sus atributos para la fabricación de instrumentos musicales o por su valor culinario en la gastronomía local.

    Pero si esa es la situación general de algunas especies silvestres en Bolivia, la de los batracios pasa por un momento particularmente crítico: sus poblaciones están en peligro no sólo a causa de la depredación humana de trasfondo cultocomercial, si vale el término, sino también por otros factores que los científicos están asociando al cambio climático.

    Para el biólogo Fernando Corro Ayala, investigador asociado al Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), las amenazas sobre los anfibios vienen desde tres frentes: la destrucción y degradación del hábitat de estas especies, la sobreexplotación por parte der ser humano y, como algo relativamente nuevo, los efectos del cambio climático –impacto en los ecosistemas– que estarían provocando la inmunodepresión de los batracios y, de este modo, facilitando la propagación del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, causante de la enfermedad denominada Quitridiomicosis que, desde los años 80, está atacando la piel de los miembros del género a nivel mundial.

    «Las amenazas afectan de manera diferente a las especies ya que existen algunas que tienen baja capacidad de adaptación y otras que son más flexibles, y también están las que son más o menos atractivas para su explotación humana. Pero, en cuanto a plagas y enfermedades, la más preocupante es la Quitridiomicosis que provoca la desecación de la piel de los anfibios, un órgano vital para los batracios al ser esencial para su respiración. Ya se menciona que esta es la primera gran pandemia provocada como efecto del cambio climático», señala Corro Ayala.

    Aunque la venta de batracios disecados en la Feria de Alasita continúe viento en popa, los científicos nos muestran que la buena fortuna que se atribuye a los miembros de la familia no es la única maldición que se cierne sobre los anfibios. Así, la suerte de la especie está en manos del hombre: en las del depredador  y contaminador.

    TT-H/Artículo disponible en alemán.

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