• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    ¿¡Todos en el coro!? Canto colectivo alemán

    Cuando mi amiga Patty y su esposo se mudaron a un nuevo lugar, su primer paso fue inscribirse al coro de la iglesia. Nunca había oído a Patty cantar, ni la había visto en la iglesia. “Necesitamos un poco de diversión en medio de todo el estrés del traslado y además conoceremos gente simpática”. Aparentemente Patty no creía que sólo los pensionistas de mal carácter cantaban en los coros de la iglesia, pero al final ella tenía razón. Hicieron nuevos amigos en el grupo y hallaron diversión.

    Desde el valiente paso de Patty hacia el atril, el número de actividades de canto en mi entorno ha aumentado de manera abundante. Me invitan al llamado “Rudelsingen” en los pubs, donde las letras de ABBA y los Beatles son proyectadas en las pantallas (en aquellas donde se exhiben los partidos de la Bundesliga) y canto hasta tener la garganta irritada, acompañada por música de cinta. Otros compran entradas caras para experimentar casi lo mismo con música de piano en vivo en el formato de evento “Frau Höpker bittet zum Gesang”; boletos casi siempre agotados. Ya no hay bodas sin flashmob, con envíos anticipados de las letras de las canciones, junto al video, a fin de practicarlos. Y si todas esas opciones no son suficientes, siempre se puede cantar regularmente en coros pequeños o grandes –de nombres divertidos y sublimes–  que ensayan los jueves.

    A veces siento que soy la única persona en Alemania que no canta en un coro. Para salir de dudas le pregunto a la vocera de la Asociación Alemana de Coros en Berlín, Nicole Eisinger. “Es difícil saber cuántas personas en Alemania cantan en los coros (…) esto se debe principalmente al hecho de que los coros están organizados en asociaciones con estructuras muy diferentes; los coros de la iglesia, por ejemplo”.

    Además, hay muchos grupos corales que no están afiliados a ninguna asociación, tal es el caso de los coros de empresas, coros escolares, coros de proyectos, etc., así como un gran número de elencos que no están organizados institucionalmente y que, por lo tanto, no están registrados en ningún lugar”.

    Para las estadísticas exactas en este caso, Eisinger me remite al Consejo Alemán de la Música que divide el “canto laico organizado” en personas mayores y menores de 14 años. En total, se llega a 4,1 millones de adultos, es decir, el 6,3 por ciento de la población como mínimo garantizado por las estadísticas. Es probable que sean mucho más los que están organizados en por lo menos 55.000 elencos (10 veces más que el número de estaciones de trenes en Alemania).

    Lo de las asociaciones y clubes debería haberlo ya sabido. Por supuesto que uno puede cantar sin más ni más, pero en una zona organizada como Alemania uno se une a una asociación casi por instinto. Entonces no estoy sola, pero tal vez no estoy en la asociación correcta. Seguro me correspondería una “asociación aquellos que sólo cantan en la ducha por la mañana o solos en el coche”. Tal vez exista una.

    En realidad me gusta cantar, aunque no soy muy buena en eso. En el colegio  –una escuela secundaria de música para niños con aptitud musical, con muchas horas de clases de coro– teníamos tres voces con el virtuosismo de estrellas mundiales, un puñado de cantantes capaces, y luego Babs y yo. Cuando las otras niñas cantaban escalas sus tonos resbalaban por las flores de Callas como lágrimas de Stradivari, mientras que –en el caso de Babs y el mío– los mismos sonaban como periódicos mojados tirados por las gradas. Además,  tampoco éramos militantes ejemplares de coro en cuanto al carácter: no nos manteníamos erguidas, no nos gustaba cantar lo mismo cinco veces seguidas, y no obedecíamos incondicionalmente a la opulenta directora de coro que, en situaciones pedagógicamente desafiantes, dejaba que sus nalgas –que abarcaban cuatro octavas– se posaran en el teclado del piano de cola.

    La gente adulta tampoco hace eso hoy, pero le gusta cantar en coros. Porque les gusta cantar y no se atreven a cantar solos, porque les gusta la sensación de éxito de aprender una partitura difícil, porque les gusta estar en el escenario, porque aprecian el compañerismo con los demás, porque no saben tocar un instrumento. “Porque creo que mi voz es sexy”, me dijo una vez una cantante tenor. En fin, por una variedad de razones. Porque es divertido. Y porque el mundo del canto coral ha crecido enormemente desde mis días de escuela.

    La pieza de coro número uno en YouTube sigue siendo La Montanara, cantada por una horda de hombres con expresiones faciales inmóviles, seguida por el coro de peregrinos del Tannhäuser de Richard Wagner y los Don Kosaken. Pero YouTube obviamente puede digerir más que la audiencia promedio de los conciertos en este momento. Los típicos éxitos de coros masculinos de Friedrich Silcher, por ejemplo, que se llaman Amor secreto o Amarga despedida, y que tienen 200 años, no los he visto en ningún programa desde hace mucho tiempo. Este rincón de la cultura coral también parece ser el más polvoriento de momento. Según la Asociación Alemana de Coros, “son los coros masculinos tradicionales, más orientados a la sociabilidad, los que están preocupados por no conseguir nuevos miembros”.

    La asociación general está mucho menos preocupada por las otras comunidades de canto y las tendencias generales: “Han surgido muchos coros nuevos en el sector de los coros infantiles y juveniles, y el número de coros mixtos y conjuntos vocales que cantan a un alto nivel musical también está aumentando. El repertorio igualmente está cambiando y diferenciándose constantemente. Especialmente en el sector del pop-jazz se ha fundado en los últimos años un número asombroso de coros y grupos vocales más pequeños. Con vistas a un canto activo y conjunto en general, los formatos de canto casual (“Sing dela Sing”, “Ich-kann-nicht-singen-Chor”, “Rudelsingen”) o los grandes eventos en los estadios también están en auge. Obviamente tocan la fibra del momento porque aquí la entrada es de baja exigencia, en parte se canta en lugares interesantes y simplemente se puede visitar el ensayo, probarse, pero sin tener que comprometerse directamente. Lo mismo suele ocurrir con los coros de proyecto que a menudo no están organizados en forma de asociación. Toda esta situación genera un campo de tensión en el que, por un lado, el número de personas que pertenece a asociaciones organizadas tiende a disminuir y, por el otro, el canto en coro goza de una popularidad cada vez mayor y la actividad coral en su conjunto se presenta tan vital y diversa como no lo ha sido desde hace mucho tiempo.

    Así es, después de todo acabo de salir de un concierto en el que Henry Purcell, Janet Jackson y Meredith Monk figuraban juntos en el programa, y sonó bien. En mi ciudad, según el calendario de eventos, cada día  podría escuchar o participar activamente en otra obra coral. Sin embargo, no todas las obras corales son iguales. Todavía existe la distinción entre el canto monofónico a toda velocidad y la música coral, que es polifónica, es decir, tradicionalmente cuenta con varias voces y es llamada coro SATB – SATB por los cuatro registros vocales soprano, alto, tenor y bajo. En cuanto cada voz se duplica, se habla estrictamente de coro, en caso de menos voces se habla de elenco vocal. Entre ellos figuran, por ejemplo, muchos grupos A Capella que se han ido formando desde la película Comedian Harmonists (1997). También han hecho que el repertorio de la década de 1920 vuelva a ser apreciado en el escenario, así como el esplendor del espectáculo y los cilindros estirados. Cada vez se incorporan más elementos de actuación en los espectáculos, se cuentan historias y se prueba la interfaz con el cabaret. Por otro lado, hay escenarios experimentales en lugares extraños con interfaces digitales cantados para públicos verdaderamente vanguardistas. Y hay más composiciones nuevas para la realización puramente vocal. En caso de un corte de energía eléctrica en Alemania, el entretenimiento está garantizado, ya que los cantantes siguen hojeando offline a sus partituras, a pesar de que existe una App desde hace mucho tiempo que las sube en formato PDF a una lista de reproducción y hace que las páginas pasen con un toque de dedo (o de pie).

    Aquellos que consideran que el coro es un pasatiempo barato y de poca organización es porque desconocen la amplia infraestructura que hay montada por detrás. Desde la suscripción al boletín del coro, pasando por las elegantes carpetas de partituras –con el nombre, logo grabado e iluminado a pedido–,  hasta el vestuario para el escenario, uno puede mejorar su presentación personal de modo notable. Hay archivos completos, “Arche Noahs”, y editores independientes de partituras corales. Sin embargo, cantar sólo es gratuito en las iglesias. Las comunidades les brindan los espacios para los ensayos de manera gratuita. Todos los demás coros de concierto y conjuntos vocales, grandes y pequeños, deben alquilar sus salas de ensayo, pagar al director del coro –que exige una formación propia que se divide en categorías de calidad que van de A a  D– sus honorarios y, con frecuencia, también un importe global por uso de las partituras. Una cuota mensual de 25 a 50 Euros es lo común. Y sí, por supuesto, Alemania también apoya a sus voces económicamente; para eso están las asociaciones.

    La santa patrona mundial de la música es Santa Cecilia. Y, mientras escribo esto, ella se acerca a mi computadora, sonríe, toca el botón de borrar, y me dice que es una tontería escribir un artículo sólo sobre coros a nivel nacional; después de todo, la música es el único idioma internacional. No por nada es un gran abre puertas y un pasatiempo para los recién llegados de otros países que buscan un poco de entretenimiento, alejarse del estrés de la mudanza, y acercarse a gente simpática. Santa Cecilia tiene razón. ¡Da capo!

    Franziska Sörgel
    Traducción: Antje Linnenberg
    Adaptación al español: Teresa Torres-Heuchel

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