• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    Bueno y bello: La belleza en Alemania

    Zapatos con visión de salud y el pelo corto; en vez de elegante cartera, una bolsa ecológica bajo el brazo; la cama tendida con sábanas sin planchar. Así se presenta la vida en Alemania en condiciones reales. Claro que las mujeres se expresan también en otros dialectos pero en promedio todas se parecen un poco a Angela Merkel, mientras que los hombres de su edad parecerían llevar un anuncio al cuello advirtiendo que a ellos la belleza física les tiene sin cuidado. Así se ven los  alemanes en la cotidianeidad. Descripción no muy alejada a de la de Publius Cornelius Tacitus el 98 DC.

    Pero echemos un vistazo a sus casas, a las ideas preconcebidas y a la realidad en ese espacio.  A juicio alemán, sus construcciones se ven antiguas, pequeñas y acogedoras. Es decir, o que quedaron como excepcionales sobrevivientes de la última guerra o que fueron reconstruidas por algún apasionado, siguiendo fielmente el modelo original. Las edificaciones de la realidad alemana podrían estar en cualquier lugar del mundo: Funcional y barato es lo importante podría ser el lema escrito en sus puertas de ingreso. Lo mismo en el caso de las casas residenciales donde se ve que el margen para el diseño no es muy amplio. Los cubos de color blanco-gris son hoy por hoy lo moderno, antes fueron las casas blancas de tejado gris a cuatro aguas y mucho antes estuvieron las casas de cubiertas inclinadas. Pero los arquitectos no son los responsables de la forma de los techos sino más bien es la normativa de construcción la que, en muchas regiones, define su inclinación. Lo que sí parece combinar con Alemania son sus muchas normas que, en el caso de la construcción, hacen una excepción: las casas no están obligadas a ser lindas. Algo muy distinto a lo que ocurre en Holanda donde los planos de construcción deben ser autorizados y los proyectos deben pasar por un examen estético.  En Alemania no hay control alguno sobre la estética y pareciera que muchas edificaciones son simples o feas a propósito. ¿Extraño? No tanto como parece.

    Durante mucho tiempo no fueron las revistas de arquitectura o las publicaciones dedicadas a mujeres las que dictaron los ideales de belleza en este país, sino más bien los poetas y pensadores que hasta muy avanzado el Siglo XIX estaban a su vez inspirados en las ideas de Platón, en lo que concierne a teorizaciones relativas a estética.  Fue el griego el que preconizó que la belleza no podía ser simplemente una cuestión de tener la crema corporal adecuada o portar el diseño apropiado, sino que la belleza estaba en aquello que no podía ser alterable desde el exterior. ¿Por qué? Porque para él no existía la belleza hecha por uno mismo, sino sólo lo bello como una idea abstracta instalada en el cielo de las ideas. Aquel que tocaba la belleza con su espíritu portaba belleza en sí mismo y, en consecuencia, era bello por naturaleza. Bajo criterios filosóficos, siendo que las ideas de lo correcto y lo bueno se hallan próximos a lo bello, no era tan absurdo suponer que las personas destacables por su belleza física también eran portadoras de la verdad y eran particularmente buenas; así la belleza se constituía al mismo tiempo en un valor moral. Por cierto, la industria cinematográfica de Hollywood piensa lo mismo: los villanos son siempre los feos.

    Tales ideas combinaban naturalmente con la de los ideólogos del nacionalsocialismo que propagaron el ideal de belleza en el que quedó claro que los rubios, altos y de ojos azules serían al mismo tiempo personas de moral proba y portadoras de la verdad. Pero no lo eran, o al menos no muchos. Una razón por la que al final de la Segunda Guerra Mundial quedó desmantelada la deducción de que todo lo bello era implícitamente bueno y cierto. Siguiendo la línea filosófica, fue ese el momento de la ruptura con la triada platónica de lo bello, bueno y verdadero. Desde una perspectiva histórica de la cultura se rompió con el ideal según el cual la belleza era un valor importante. Habría sido mejor para el mundo si en vez de eso quedase sólo lo bueno y lo verdadero, según los pensadores de la época. Si la certeza de que los tres valores se presentaban juntos había quedado hecha añicos, después de la guerra quedaba volver a repensarlos.

    Entonces sucedió… ninguna sorpresa: la belleza perdió valor en relación al bien y verdad, las otras dos de la traída. Incluso la belleza física se convirtió en algo sospechosa. No hay que olvidar que los nazis invitaban a chicas hermosas y muchachos guapos con el fin de que estos engendrasen niños bellos en los denominados Lebensborn. Eran estos centros verdaderos criaderos de humanos bellos.

    Pero no todo quedaba ahí porque las mujeres de los 70 y 80 del Siglo XX, las criadas en las décadas de la emancipación, tenían sus propios criterios.  Ellas descubrieron que si invertían las dos horas diarias que dedicaban al arreglo del pelo y cejas en libros sobre estructura de seguros y administración de empresas, pronto podrían decidir sobre mucho más que el color de su brassier. Puesto que la belleza estética exigía mucho tiempo fue precisamente esto lo primero que descartaron las ambiciosas futuras científicas, médicas, políticas y empresarias de su lista de prioridades. Por supuesto existieron y existen en paralelo alguna que otra Miss Germany, además de perfumerías y tiendas de ropa. Pero también era aceptable que las mujeres no quisieran ser bellas y escogieran sus propios valores. Ser bella no era una obligación y esto significó una gran liberación para aquellas que no sentían conexión con la idea platónica de la belleza.

    Con Arthur Schopenhauer desapareció el concepto de belleza en la filosofía. La estética ya no se preocupó más de los seres humanos, sino exclusivamente de la belleza del arte y su teoría. Ya conocemos el final de la historia: el disfrute ya no es más una tarea del arte.

    Si nuevamente será una tarea encargada a las mujeres, es difícil de predecir.

    Pero el presente es diferente: en Alemania se advierte hoy un nuevo auge de belleza física. En los últimos años los casting-shows de modelos han consolidado una gran audiencia y, aparentemente, el país se ha convertido en el mayor comprador europeo de cosméticos, según un estudio económico publicado por Spiegel Online.  Los psicólogos explican que esta nueva actitud alemana es una reacción ante la decreciente pérdida de control o inestabilidad en distintos ámbitos externos: a mayor inseguridad en el mundo, mayor tendencia a controlar el propio cuerpo. Podría ser. De todas formas las madres de origen asiático del Kindergarten de mis hijas sonreirían ante el estudio, convencidas de que sin su producido make-up cotidiano, junto a sus cejas y uñas de salón, –arreglos personales llevados por años con la mayor naturalidad del mundo–  el mercado alemán dedicado a la belleza continuaría vendiendo poco más que brillo labial y crema de manos.

    Sin importar quién o qué es el causante de que Germania se vaya poniendo bella, el nuevo afán hizo un gran trabajo: las ganas de cosméticos no solamente parecen haber atrapado a muchachitas y mujeres, sino también a todos los estratos sociales, grupos etarios que incluyen a los de la tercera edad, y también a los hombres. Las hijas de aquellas madres de cara lavada y pelo corto de los 70 deberían dejar que las pretéritas emancipadas les pregunten si esta nueva actitud hacia el maquillaje es o no inteligente. Observando la ley planetaria que dicta que todo lo permitido hoy será de obligatoriedad mañana (cuenta bancaria, teléfonos inteligentes, por ejemplo), la industria de la belleza está asegurándose una gruesa tajada en dinero y tiempo por la auto optimización visual que en los siglos pasados se llamaba simplemente vanidad y equivalía a pecado. ¿Por qué?

    ¿Y cómo luce un alemán optimizado visualmente? Uno podría suponer que rubio y que, de cierta forma, corresponde al patrón de belleza que inspiró a Michael Jackson para su rinoplastia y a las chicas japonesas a oxigenarse el pelo en los 90. Imaginariamente el prototipo europeo tiene reacciones positivas en todo el mundo, provocando incluso suspiros. Ninguna sorpresa para los físicos: ángulo de incidencia es igual al ángulo de refracción. Una imagen constantemente proyectada en la retina se convierte en norma por el simple efecto de la costumbre.

    ¿Y quién coloca los carteles publicitarios en las ciudades y con qué objetivo? ¿Son acaso los nuevos dictadores de la estética? ¿Son tal vez físicos o miembros del control mundial de los cánones de belleza? No, para nada. Son simplemente economistas que buscan vender sus productos al mejor precio y, con tal propósito, se dirigen a quienes piensan que les pagarán más. Ya lo profetizaba mi profesor de economía en 1982, año del rubio ondulado con secadora: “En treinta años apenas se verán modelos jóvenes en publicidad. Sus reemplazantes serán  personas mayores porque ellos tendrán en sus manos el dinero para gastar”. Efectivamente, ya desde hace tiempo es normal ver en cualquier publicidad a varones de aspecto inteligente transitando los 60 –etapa denominada hoy Bestager– junto a compañeras bien conservadas. Por otra parte, sí las modelos son jóvenes, estas no necesariamente son hoy rubias. Si en los 90 las imágenes del fotógrafo italiano de moda Oliviero Toscani, con sus modelos de piel oscura, fueron calificadas  como “fotos escandalosas del zoológico de la moda”, en la actualidad el color de la piel ya no es un elemento de impacto en las audiencias. La publicidad actual simplemente toca las puertas de forma directa a su grupo meta. Durante la ola de refugiados del 2015 repentinamente las grandes cadenas de ropa publicitaron  chillonas túnicas en batik en lugares muy visibles. “¿Qué atuendos más extravagantes trae la moda ahora?”, se preguntaban mis amigas sin saber que los voluminosos vestidos estampados con jirafas no estaban diseñados para ellas, sino más bien para las nuevas compradoras recién llegadas al país.

    El mercado no entiende de filosofía y lo bello no es su problema. Su fortuna es que todos, y no solamente el pequeño grupo de rubias naturales, desean ser bellos. Puesto que el ángulo de incidencia es igual al ángulo de refracción, en algunos años posiblemente ninguno de los rubios deseará tener pelo claro y ojos azules.

    Acostumbrar el ojo al nuevo estándar de belleza es un proceso iniciado hace tiempo en Alemania y en eso –de no creer– intervino el Ministerio Federal de Economía como uno de los pioneros en la historia de la estética. Hasta febrero del 2017, el rostro de la campaña de acogida a los refugiados, bajo el lema “Alemania, país de ideas”, fue el de Claudia Schiffer. A partir de esa fecha la modelo alemana fue reemplazada por la belleza afgana Zohre Esmaeli. Desde ese momento es ella quien promociona, dentro y fuera del país, el potencial económico de Alemania, añadiendo también a sus conocidos valores nacionales de puntualidad, diligencia y orden algo de cosmopolitismo y capacidad de aprendizaje. La Gretel alemana aún no se ha quejado públicamente sobre la presencia de su nueva connacional e incluso creo que parece complacerse por ese arribo.

    Franziska Sörgel
    Traducción: Antje Linnenberg
    Adaptación al español: Teresa Torres-Heuchel

     

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