• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    «El día que Selma soñó con un okapi» de Mariana Leky

    La fórmula actual para el éxito de la literatura alemana contemporánea es al parecer la siguiente: hablar de las zonas rurales del  país, pero escribir en Berlín. Mariana Leky escribe en Prenzlauer Berg, un barrio del centro berlinés, mientras que la trama se desarrolla en el Westerwald, una región entre Colonia y Frankfurt, popular entre los excursionistas, aunque sin grandes atracciones.

    Me es grato presentar libros que se alejan de los lugares turísticos conocidos y se concentran en la naturaleza y en la vida de los pueblos alemanes. Landnahme de Christoph Hein y Unterleuten de Juli Zeh, por ejemplo. Pero mientras Juli Zeh coloca a sus personajes en una situación de enfrentamiento, de manera que se sabe inmediatamente dónde se van a estrellar, la disposición de los protagonistas de Mariana Leky en El día que Selma soñó con un okapi se inicia de una forma más armoniosa.  Sobre todo, más poético. Leky estudió literatura y escritura, y dice que camina con su perro hasta que todos los detalles de sus novelas están claros en su mente. Recién entonces escribe. Así aprenden también los escultores: se sientan inmóviles frente a la piedra hasta que se saben de memoria la figura en todas sus dimensiones. En el caso de Leky, se cumplen siete años de su última novela Die Herrenausstatterin y el resultado es un regalo para los lectores. Cada movimiento ha sido cuidadosamente equilibrado y presumiblemente probado antes en diferentes versiones en la balsámica cocina de frases de la señora Leky. ¡Qué suerte que se hizo escritora! Su historia tiene similitudes con los textiles andinos: armoniosa desde lejos, de colores contrastantes y espeluznantes demonios en el medio. A cambio, la novela estuvo durante mucho tiempo en la lista de best-sellers del Spiegel y fue elegida como el “libro favorito de los libreros independientes”. Los críticos lo elogian casi unánimemente, los pocos tonos críticos van en sentido de calificarla como “kitsch” o de “escribir el olor de la escuela”.

    Para los lectores que tienen el alemán como segunda lengua, El día que Selma soñó con un okapi es fácil y agradable. Ni la sintaxis ni el vocabulario son rebuscados o artificiales. Sin embargo, a la autora le encantan los giros a la izquierda y la construcción de imágenes recurrentes a partir de ellos. Por ejemplo, “…el mundo entero[,] era tan pequeño como el estómago de una ballena azul”; entonces es mejor abandonar el diccionario: no hay nada que entender en esa frase.

    ¿Y de qué trata el libro? De un Okapi, un pueblo en el Westerwald, y una abuela con un corazón de oro. Parecería una tarea de la escuela de escritores: lanza tres cosas sin nada en común y escribe una historia emocionante. En este caso, una novela cronológicamente contada de unas 300 páginas y 25 años, desde el punto de vista de Luise, inicialmente de 10 años, que creció en la década de 1980 junto a su abuela Selma (la dama del corazón de oro) y no con sus ocupados padres. Y para un óptico que también le encanta sincronizar dos cosas que no tienen nada que ver entre sí. Luise se enamora y experimenta cómo la vida de humanos y perros sigue su curso. ¿No suena emocionante? “Siempre pasa algo contigo”, le escriben a Luise en una carta desde Japón. Pero no diré nada más.

    El firme y constante agarre del lenguaje asegura por sí solo que el lector se deje llevar y que le resulte difícil separarse del libro (esto es válido tanto para hombres como para mujeres). Sin embargo, desde el paisaje variado, montañoso y rico en agua del Westerwald, sólo se puede ver un prado en el borde del bosque; pero, a cambio, se ve mucho de la vida de pueblo en la Alemania de los años ochenta, época convertida hoy  en un campo magnético literario muy especial.

     

    Algo extra para los aficionados

    Si por un momento logra alejarse del potente campo magnético, encontrará el clásico escenario de la Commedia dell´arte. Se trata de una estructura de roles básicos en un teatro de improvisación que tuvo su apogeo entre los siglos XVI y XVII, y que fue incorporado en algunas obras alemanas por un fascinado Goethe. Según algunos, el modelo ya se encontraba en las antiguas comedias de Plautus y Terenz, es decir, en el ADN literario más añejo. El conjunto de la Commedia dell´arte suele incluir una pareja de alto rango, (casi) sin pasión, que se refleja en una pareja de amantes jóvenes y un tanto torpes, que suelen acabar conociéndose. Como elementos perturbadores en la historia aparecen El Dottore, el arlequín, el torpe, el Colombina amante de la diversión; y la lista es ampliable. En nuestro pueblo de Westerwald, Selma y el óptico se consideran sin duda como la “pareja alta” y los amantes torpes también se identifican rápidamente. Incluso el médico confundido está allí, ajeno al mundo, aunque siempre grita por el mundo. Ese el excursus para los interesados.

    El día que Selma soñó con un okapi es el título del libro que también describe en una frase que no se puede ver todo al mismo tiempo y que suena un poco a salida y al final de un equilibrio. La interacción entre los personajes del pueblo, que parece tan cálida y amable, se basa en estereotipos que gustan de ser estereotipos: el apasionado italiano, el borracho brutal, el médico políglota, la buena librero y la buena y maternal ama de casa.

    ¿Qué pasa si se elimina el factor de satisfacción predeterminado de los personajes? ¿Si la abuela se amargara por su injusta pensión, si la buena librera no quisiera cuidar más al perro enfermo de su padre, y el alcalde permitiese un centro comercial junto a una heladería y una librería ante a la presión del éxito? Entonces habríamos llegado a la realidad.

    Además de su inteligente composición y bello lenguaje, la peculiaridad de este libro es que se puede entrar a través de sus páginas como si fuese una cortina delgada y ver la realidad desde el lado despreocupado de la felicidad. Esta cortina mágica entre la realidad y la ficción es particularmente delgada porque nada se parece a la ficción en absoluto, desde el gratinado de col de Bruselas hasta el estante inclinado de CDs. Sin embargo, este mundo cálido lleno de simple bondad es eternamente inalcanzable, aunque esté a menos de un brazo de distancia de nuestras manos. Misterio de la literatura.

    Mariana Leky
    Was man von hier aus sehen kann
    Editorial DuMont
    Edición de tapa dura, 315 páginas
    ISBN: 978 3 8321 98398
    Franziska Sörgel
    Traducción: Antje Linnenberg
    Adaptación al español: Teresa Torres-Heuchel

     

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