• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    Prensa agitada

    Horizonte intranquilo por donde se mire: a lo lejos, la prensa francesa se revuelve inquieta contra la intención de Emmanuel Macron de legislar las fake news; muy cerca, la prensa local se agita por la ambigüedad advertida en los artículos 309, 310 y 311 del nuevo Código Penal aprobado, normas  que, desde la visión de los gremios periodísticos, perforan la Ley de Imprenta, paraguas de protección de la libertad de prensa y también de la libertad de expresión de cualquier ciudadano de a pie en Bolivia.

    Tal como sucede con la prensa francesa respecto al poder, la boliviana advierte que una intervención gubernamental sobre su actividad sólo atraería malas sombras sobre una prensa libre y abierta, junto al riesgo de instrumentalización política de las nuevas normas. ¿Cuándo no —y dónde no— la prensa enfrentada al poder por la defensa de la libertad de expresión?

    Hoy en Bolivia, en medio del rugido de opinión que  pide la derogación del nuevo instrumento legal, expresión de disconformidad ciudadana con el régimen atizada desde las redes sociales que irrumpen en nuestra intimidad como un ansiolítico que calma nuestros deseos de participación para pedir cuentas al poder.

    Entonces, frente al inquietante cuadro, ¿cuáles son las tareas en las que debemos concentrarnos como periodistas para reencontrarnos con nuestro rol social? Más allá del debate sobre las fake news y  los peligros advertidos en la nueva legislación local, deseo discusiones más urgentes y visiones mayores: aquellas sobre las que tenemos control directo, así como enfoques que pueden dar un nuevo sentido y propósito a nuestro trabajo.

    Las nuevas tecnologías facilitan la labor periodística, pero también apaciguan la curiosidad por la calle y por las fuentes informativas físicas; es más tentador acomodarnos en nuestros escritorios para esperar que las noticias lleguen por las redes sociales. Hay información en los medios, pero menos análisis y pulcritud en los productos. ¿Y quién define la agenda? No son muchos los medios que parecen tener libreto propio, comprometido con los ideales comunes de mejor educación y sociedad en democracia; son más los que siguen la agenda marcada por la coyuntura política que fagocita los temas importantes.

    Escuché alguna vez que la prensa boliviana tiene un plus invaluable con relación a la prensa del occidente europeo: ser bastante representativa de sus estamentos sociales medios, mientras que los periodistas de países como Inglaterra provienen de la élite, y muestran una visión sesgada y limitada en su comprensión de los intereses de grupos menos favorecidos. Tal vez esta ventaja puede ayudarnos a decodificar mejor la realidad que vivimos y a proponer el país que queremos: es tarea de primera hora no quedarnos en la crítica de lo que tenemos, sino buscar con urgencia ideas frescas y nuevos liderazgos en todos los frentes, ante la ausencia de figuras convincentes, en busca del bien común y el verdadero cambio.

    Urge también comprometernos por una mejor educación hoy desde la prensa, en tiempos de revolución tecnológica y fake news para, entre otras cosas, crear un escudo protector frente a la manipulación a la que estamos expuestos en las trincheras de las redes sociales. Esto, especialmente en días de gran ansiedad política, y como camino para instruirnos sobre nuestros derechos ciudadanos —la libertad de expresión y de pensamiento entre ellos— como derechos humanos y no como un asunto exclusivo del gremio periodístico.

    Sobre las fake news y sobre los sospechosos tres artículos del nuevo código penal boliviano podemos debatir hasta ver el arco iris o hasta ahogarnos en el diluvio de posiciones; sobre nuestro rol, podemos decidir y empezar a actuar hoy. Tenemos la oportunidad histórica de ser el responsable capitán…

     

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