• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    Fin de semana invernal

    Lo verdaderamente animado y divertido del fin de semana  alemán llega recién el sábado por la tarde, después del ligero almuerzo y de la ejecución de las tareas domésticas

    Conozco todas las fobias a las bajas temperaturas que circulan en la siempre soleada Latinoamérica. Sé de muchos bachilleres sudamericanos que preferirían seguir sus estudios universitarios en Buenos Aires, Santiago, Monterrey o Madrid únicamente por el temor al largo y gris invierno alemán.

    “El primer invierno puede ser increíblemente hermoso. El segundo todavía da para las fotos”, me cuentan que dijo una latina emigrada a Europa. A partir del tercero, el invierno fue una de sus causales de divorcio.  Y eso que Alemania, con su ubicación entre el grado 47 y 55 de latitud norte, está bastante bien situada en cuanto a la disposición de sol. A diferencia de Finlandia, por ejemplo, país en el que es famoso el chiste de un fiscal que pregunta: “Dónde estuvo en la noche del 15 de noviembre al 3 de marzo”.

    En mis días en Sudamérica recibí correspondencia de mi hermana desde Alemania contándome que “tuvo un día especial porque la papa había vuelto a hacer sombra sobre su plato después de 21 días”. ¡Vaya, Vaya! El eterno prodigio de las pequeñas alegrías. Sin embargo, también aquí vive gente que ríe, se alegra, procrea y desarrolla arte, incluso en invierno.

    ¿Pero qué hace el fin de semana –digamos un alumno de intercambio– que tiene que aguantarse varios meses de invierno fuera de una ciudad grande?  ¿Cómo es el típico fin de semana de invierno en Alemania?

    Lo más fácil es contar el final: a las 20:15 del domingo viene el Tatort, la película policial difundida por el primer canal de la televisión pública germana y que se presenta cada semana desde hace varias décadas. La probabilidad de que una familia alemana se reúna a esa hora ante el aparato de televisión aún hoy sigue siendo bastante alta. El Tatort del domingo  puede ser visto en la ARD-Mediathek en los siguientes siete días de la semana para asegurarse  un buen tema de conversación para casi todas las situaciones sociales que se presenten.

    ©F.WolffLos alemanes tienen también recorridos comunes los sábados por la mañana. Tienen que ver con las tareas de aprovisionamiento y limpieza doméstica que se ejecutan tanto en verano como en invierno. Aunque en teoría pueden ser realizados en cualquier otro día, es tradicional desarrollarlos en sábado. Es el día para ir a los supermercados, mercados y “túneles de lavado” de vehículos. Sí, a los alemanes les gusta mucho tener los autos pulidos y con los asientos aspirados para disfrutarlos el fin de semana.

    La imagen de fin de semana con el padre en camiseta lavando el vehículo familiar con la manguera del jardín –echando al mismo tiempo varios litros de aceite y restos de gasolina al agua subterránea– fue reemplazada por los lavados de autoservicio de tipo ecológico gracias a la conciencia ambiental que fue despertando poco a poco. Se llaman “túneles de lavado”, aunque no está permitido manejar dentro de ellos sino sólo ser empujado a una velocidad de 0,3 km/h. Un procedimiento humillante para quienes manejan autos deportivos pero que, al mismo tiempo, constituye una gran diversión para los niños.

    Las obligaciones deberían estar ejecutadas hasta casi el mediodía: la heladera llena, la sala aspirada, la ropa de cama cambiada, la lavadora en marcha, la cocina y el baño limpios, las plantas regadas y la basura –separada previamente– depositada en sus respectivos contenedores: Bio (cáscara de huevos o restos de productos de origen vegetal), Karton und Papier, Plastik y el Restmüll (todo aquello que no corresponde a ninguna de las categorías anteriores). A media mañana del sábado seguramente la mayoría de los adultos alemanes desearía contar con una asistente doméstica de pago para poder disfrutar, finalmente, del solaz idealizado para el fin de semana. Lastimosamente los apoyos domésticos de pago no existen en Alemania, por lo menos para la mayoría de sus habitantes. De los deberes domésticos no se libra nadie, ni siquiera los futbolistas amateur con la excusa de las prácticas: en invierno la mayoría de los clubs cesa sus entrenamientos y sólo se desarrollan torneos a partir de marzo.

    Si se quiere comer algo, hay que comprarlo por sí mismo o al menos pedirlo por Internet. Lo que se utiliza, hay que ordenarlo con las propias manos. La ropa y los zapatos sucios son responsabilidad del usuario. Por motivos totalmente incomprensibles, por lo menos para mí, algunas mujeres que conozco aún se ufanan de ser ellas las responsables de tener las superficies totalmente libres de polvo. Pero también muchas mujeres alemanas lo hacen por equidad y por convicción social que les impide dejar el “trabajo sucio” a alguien que gane menos que ellas.

    Lo verdaderamente animado y divertido del fin de semana llega recién el sábado por la tarde, después de un ligero almuerzo y de la ejecución de las tareas domésticas. A decir verdad, muchas de las actividades placenteras se desarrollan en las casas. Se visita a los padres, vecinos o amigos; se cuida a las mascotas; se trabaja en el taller o se cose. Claro que todo esto ni es específico del invierno, ni tampoco es muy interesante.

    En lo que concierne a las ocupaciones del fin de semana durante la época fría es conveniente saber que existen dos inviernos en Alemania: el pre y el post navideño. En el primero –para muchos el más entretenido– la gente ama visitar los Weihnachtsmärkte (mercados navideños) para curiosear en los pequeños estantes de madera y terminar parados frente a una de las mesas altas con una tasa llena de tinto y pegajoso Glühwein (vino tinto caliente con especias) en la mano.

    En esta época las iglesias y salones no tienen tregua de tantos conciertos navideños y refrescantes ofertas en su repertorio. En las casas se toma ponche, se decora y se hornea (una entusiasta amiga de mi madre llegó a hornear 18 diferentes tipos de galletas navideñas en un solo fin de semana). Paseando por el centro de la ciudad el aire vibra por el aroma almendrado, la música y la excitación. En cierta ocasión, un sábado previo a la Navidad, la policía me impidió ingresar a la zona peatonal de Colonia por el gentío que había abarrotado el lugar.

    Con suerte, hay nieve antes de la Navidad. En tal caso, lejos de las ciudades, se desempolva el trineo y se alisa la elevación e inclinación geográfica más cercana. Las llantas de camiones que reemplazan al trineo en algunos países sudamericanos no tienen cabida en estos lugares. Cada vez más, se ven trineos con manubrio o la versión pequeña del “trapo para el trasero” (un tipo de bandeja con manija). Últimamente, también son visibles los colchones con la forma de asiento para piscina, pero con el añadido de un soporte para las bebidas.

    En las ciudades las pistas de patinaje están siempre presentes. En algunos casos, éstas son puestas en el mismo centro de la plaza principal o sirve también el parqueo delante de los polifuncionales deportivos regados por el portero. Hay que tener ánimo frente a estos espacios. Goethe, que fue un patinador brillante, empezó como principiante. Todos fuimos novatos.

    Quien tiene la suerte de vivir en el extremo inferior del mapa alemán puede aprovechar sus fines de semana con la práctica del esquí. Desde el Fichtelgebirge (cadena montañosa en Baviera nororiental) pasando por el centro de los Alpes hasta la Selva Negra se encuentran estaciones pequeñas y grandes con telesquíes (funiculares específicos para estos campos deportivos) y con diferentes condiciones de nieve. En el invierno 2015-2016 se utilizaron cañones para fabricar y lanzar nieve artificial sobre el Salzburger Land (territorio austriaco alpino de gran tradición turística y avecindado con el sur alemán) con el propósito de asegurarse el turismo en la zona. Para ejecutar la acción fue necesaria la racionalización de agua a los habitantes de la región: más de 100 máquinas devoraron el líquido para hacer nieve mientras las flores marchitaban en los jardines bajo los 18 °C de temperatura. Apoyar semejante insensatez es cuestión de cada quien.

    El segundo invierno, el posterior a la Navidad, es más tedioso. El fin de la época más linda del invierno se inicia cuando la Bundesliga entra en receso. Hasta finales de enero incluso la Sportschau (noticiero deportivo) del sábado por la tarde se pone aburrida, ya que tampoco se realizan las carreras de autos en invierno. Los torneos de tenis llenan temporalmente ese vacío, pero en modo alguno hay que esperar que los fines de semana posteriores a la Navidad sean deportivos. El jogging se hace cada vez más difícil en caminos llenos de barro o congelados, y los renombrados campistas de invierno o los buceadores bajo hielo que toman audaces baños en agujeros con temperaturas bajo cero en el Sauerland (región montañosa en Renania del Norte-Westfalia) en realidad tampoco son representativos. Lo que sí están en auge son los saunas y los oasis de wellness con sus masajes, sus  aceites aromáticos de miel y sus viejas revistas con las que uno puede olvidarse del tiempo, antes de atemperarse metiendo el cuerpo en agua caliente y sacando la cabeza al aire helado, según la técnica más extendida.

    Lo que en todo caso no hay que olvidar es que el museo es el indoor clásico cuando las temperaturas bajan.  La mayoría de los museos cuenta con una cafetería en la que lo normal es encontrar a los amigos antes o después de la visita. En Alemania se expone todo lo imaginable e inimaginable. Ya visité un museo del plagio, un museo de cuchillos, un museo de sal y un museo de higiene. Obviamente también fui a las grandes exposiciones de arte en las que se podría pasar más de un fin de semana. Si bien la tecnología de los audio guías se expandió notablemente en Alemania –algo que es de agradecer– sólo muy pocos ofrecen comentarios en español, en tanto que los tours guiados de alta calidad son más bien en chino. Por su parte lo rótulos de código QR que acompañan a las obras no son algo muy común.

    Como actividad también está la misa dominical. ¡Sí, todavía existe! Desde la clásica celebración hasta las ceremonias cada vez más abiertas. Existen misas Gospel para jóvenes, familias y para quienes quieran reincorporarse. Por lo general, a los extraños se los recibe amablemente, sin importar en qué iglesia aterrizaron al venir al mundo. Después de la misa se puede tomar incluso un café o compartir el almuerzo, tal como sucede hoy en algunas comunidades eclesiales. Para el invierno vale una norma: cuanto más grande es el pueblo, más entretenimiento existe; sin embargo, a pesar de la diversidad en la oferta, el invierno puede resultar bastante largo.

    En una tarde de domingo de final del invierno hay cada vez más alemanes adultos echados y cubiertos con una manta sobre sus sofás, con o sin resfrío. Encienden algunas velas, escuchan los blues de Cesária Évora, esperan el retorno de las aves migratorias y que las campanillas de las nieves saquen sus cabecitas de la tierra negra y que los excrementos de los perros dejados sobre las aceras se descongelen. Algo más tarde en domingo, mucho antes del Tatort, se levantan para celebrar uno de los rituales alemanes más famosos: Kaffee und Kuchen. Pero de esto hablaremos cuando llegue la temporada de frutillas, después del Carnaval y la Cuaresma.

     Franziska Sörgel
    Traducción: Antje Linnenberg
    Adaptación al español: Teresa Torres-Heuchel

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