• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    ¿Muchos alumnos, poco intercambio?

    En el sofá están sentadas dos alumnas bolivianas de intercambio comiendo yogurt de stracciatella, bromeando y elaborando un ranking de las expresiones más importantes para Alemania. Ganadora resulta „alles gut!“, la expresión facilona por excelencia. Alles gut es realmente imbatible en su practicidad. Es fácil de pronunciar, no tiene diéresis ni comienza con H, no necesita sibilantes y tampoco los sonidos guturales alemanes y de este modo puede ser aprendida sin acento idiomático en menos de tres minutos. Casi todas las preguntas pueden ser respondidas con tal expresión: a los Gastkinder (chicos del intercambio) alles gut  les parece fantástica.

    A mí, como Gastmutter (mamá anfitriona), la respuesta no me gusta para nada porque estrangula cualquier conversación. Alles gut! suena amable y animada, pero simplemente regresa la pelota hacia mi cancha, sin que realmente se hubiese intercambiado algún contenido. Así no me siento como una interlocutora sino más bien como una Herbergsmutter (encargada de un albergue) o la conserje del hotel. ¿Suena todo bien?, más bien al contrario.

    ¿Dónde se aprende a cómo intercambiar con otras personas? ¿Cuándo le enseñan a uno a escuchar o responder a una pregunta con otra? ¿A insistir cuando no se está contento con una información o resultado? ¿Cómo aprender a iniciar una conversación después de haberse separado con rencor? O sobre todo: ¿hablar sin que alguien haya preguntado algo? Si no se lo aprendió en casa, la vida con otra familia podría ser una buena ocasión para hacerlo.

    Las organizaciones  experimentadas en el ámbito de los intercambios lo saben y por eso integran una variedad de puentes comunicativos a los procedimientos. La organización sin fines de lucro Schwaben international organiza desde hace veinte años intercambios estudiantiles de Sudamérica a Europa y viceversa. Tanto la asistencia individual a los padres de intercambio como a los alumnos son condiciones no negociables para los organizadores. “Después de dos semanas llamamos personalmente a todas las familias y nos informamos sobre como está marchando todo”, comenta Ingrid Bauz de Schwaben internacional. Gracias a su larga experiencia, las tres colaboradoras fijas se percatan rápidamente sobre el problema de constelaciones desacertadas. “Los profesores acompañantes de lengua materna que permanentemente están in situ nos ayudan con eso”, explica Bauz y enumera una serie de otras medidas en pro de un buena convivencia: un briefing amable de varias páginas de los padres, un campamento de aclimatización de varios días antes de llegar a las familias de intercambio, personas de contacto en la organización con experiencia y localizables en todo momento.

    Pero esa es sólo una situación idealizada si el intercambio es organizado por un colegio que no cuenta con ayuda externa. Y la culpa no la tienen los profesores, puesto que no son agentes de viajes ni pastores evangélicos. La mayoría de ellos se compromete de forma voluntaria y sin recibir remuneración adicional, no tienen formación expresa como personal de contacto, pero sí demuestran gran empeño por sus alumnos. En todo caso, las familias de intercambio no son de su competencia.

    “Siéntense y hablen entre sí… de esta forma se podrán arreglar la mayor parte de los problemas”,  se señala de manera lapidaria en la mayoría de las plataformas de intercambio y páginas de ofertantes. Temo que suena más fácil de lo que en realidad son los quinceañeros. Exigir una conversación, exponer los sentimientos, discutir enfocándose en soluciones y, como si fuera poco, ¡dentro de un contexto intercultural! Mejor acudir al WhatsApp; está siempre disponible, no cuesta nada y nos conecta directamente con los seres que de verdad nos entienden. También Ingrid Bauz conoce el fenómeno: “Antes de los teléfonos inteligentes cada alumno llamaba su casa tras haber llegado y eso era todo. Eso funcionaba mucho mejor que hoy”. Paradójicamente, con frecuencia, son los padres de los alumnos los que quieren que sus hijos estén localizables todo el tiempo. Una actitud muy perjudicial para los chicos, según Bauz. Una conducta que por un lado está evitando que sus hijos hablen alemán y, por otro, los está desmotivando a embarcarse en la nueva cultura.

    De todas formas, también sin mucho dinero o gestores, los colegios podrían mejorar su concepto de intercambio estudiantil. Tanto en publicaciones especializadas como en sitios online existen una serie de experimentados pedagogos que reflexionan sobre cómo puede funcionar con éxito la comunicación intercultural y sobre cuáles serían sus tuercas de ajuste.

    Una de ellas es la Dra. Gabriela Fellmann. Su ponencia en el congreso del Pädagogischen Austauschdienstes –única institución alemana dedicada al intercambio internacional de estudiantes– está dedicada al sorprendente concepto “Didáctica de encuentro”. El criterio establece que los expertos en materia de intercambio saben muy bien que nada funciona de forma automática, cuando los estudiantes se encuentran con una familia o un curso de colegio en otro país. La especialista Fellman fomenta, por ejemplo, respaldar la “Didáctica de encuentro” con cuatro elementos.

    1. Identificar y practicar situaciones de Worst-Case de forma anticipada

    Pueden entrenarse salidas y soluciones anticipándose a situaciones que provoquen temor. Pueden evitarse eventos penosos cuando, en el caso de haber perdido el tren, se desconocen algunas palabras o no se sabe si tratar de tú o de usted al policía. La utilidad del ejercicio puedo confirmarla yo misma: la “peor situación” fue cuando me tocó dar a luz fuera de mi país. Recuerdo haber practicado durante varios días algunos términos obstétricos y frases para la situación en caso de emergencia. No las llegué a usar, pero llegué más relajada. Obviamente los quinceañeros necesitan otras frases (¡espero!),  para otro tipo de emergencias. Si estas situaciones aún no fueron recolectas, Niemandsland es un buen lugar para hacerlo.

    2. Sistemas de mentores

    Un sistema de mentores es algo estándar para la mayoría de las organizaciones de intercambio. Muchos ex padres de intercambio o colaboradores toman a los alumnos de la mano desde el principio o, al menos, se ponen a disposición, con tarifas locales de llamada, para casos de emergencia.

    Como mínimo se debería contar con una lista de médicos en el país anfitrión que hablen el idioma materno de los chicos. Muchas organizaciones invitan a encuentros preparatorios o a fines de semana de socialización, para intercambiar criterios u organizar excursiones para los grupos de huéspedes en los Estados federados alemanes. Los mentores quitan mucha presión a las partes, sobre todo a los padres de intercambio para quienes cualquier problema es nuevo o con cara de catástrofe; personas que, entre otras cosas, tienen también que dedicarse a sus obligaciones laborales.

    3. Dar tareas conjuntas

    Asignar tareas conjuntas parece un método inteligente para fomentar una conversación que probablemente no se dé como resultado de una búsqueda desesperada al estar sentados juntos en la sala. Llenar un folder con informes o fotos, o apoyar en un concurso temático pueden ser un motivo de conversación sin tener que entrar en detalles personales. Obviamente, usar palabras ajenas a lo cotidiano y abarcar temáticas distantes a la casa y colegio también benefician el aprendizaje del nuevo idioma.

    4. Acompañamiento a través de entrevistas y encuentros periódicos

    Una retroalimentación continua con el profesor o la organización de intercambio le quita al alumno el peso de tener que lograrlo sólo. Además, enfoca su mirada a considerar su estancia como desarrollo y no como un examen o tarea que se aprueba o falla a la primera, y que mejor se olvida. Lo dicho, no es fácil para un escolar encauzar con sus propios recursos algunas situaciones complicadas que irremediablemente ocurren. Ciertamente es necesaria una palanca pedagógica, una motivación y acompañamiento para contrarrestar el reflejo natural de huir, rendirse y esconderse en el WhatsApp.

    Un concepto que ofrece trucos didácticos no debería causar mayores problemas a ningún colegio. Anotar frases de emergencia, llamar a los alumnos de vez en cuando y convertir el informe obligatorio de viaje en una tarea conjunta son acciones que son más bien una cuestión de voluntad antes que de recursos. Incluso el sistema de mentores no es algo imposible. Sobre todo los colegios alemanes en el extranjero cuentan con una amplia red de ex profesores en todos los Estados federados alemanes. Ellos y sus familias apoyarían la idea, con mucho gusto, si es que se les preguntase.

    Entretanto mi intercambio personal va hacia la próxima fase: esta vez Francia está de visita. Nuestra alumna francesa de intercambio revisa su mochila antes de salir, confirma que su merienda está empacada y me mira preguntando: “¿¿!¿¿¿Glu, glu???!??“ Oh. ¡Olvidé la bebida! Sus padres le hicieron cruzar la frontera con un par de botellas de vino tinto como presente para los padres de intercambio; siendo menor de 16 años habrían tenido que pagar 300 Euros de multa en Alemania. Era un vino delicioso y un buen motivo para conversar sobre las leyes alemanas de protección al menor. Para el tour de grafiti por los barrios menos turísticos de Colonia que hoy nos toca, yo mejor empaco una botella de agua: “Voilá. ¡Glu, Glu!”, alles gut!

     

    Franziska Sörgel
    Traducción: Antje Linnenberg
    Adaptación al español: Teresa Torres-Heuchel

     

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