Una historia enorme y atrapante basada en hecho reales: la deriva de los miembros de una familia de migrantes alemanes en Bolivia, con un padre ausente, aventurero y explorador de sueños
Hace más de 60 años, en los confines de las décadas 40 y 50, llegaba a La Paz Hans Ertl. Y con él, su esposa, sus tres hijas y las maletas llenas de esperanzas y sueños después de la pesadilla. Venían procedentes de Alemania –un país hecho polvo después de la Segunda Guerra Mundial– donde Ertl había destacado como uno de los camarógrafos de Leni Riefenstahl, la realizadora de varias películas propagandísticas del régimen Nazi, y se había ganado la reputación de ser uno de los fotógrafos preferidos de uno de los jerarcas de ese periodo oscuro. Una sombra que lo perseguiría por siempre. Como buen explorador y montañista, Ertl ya había estado antes por los Andes sudamericanos, pero esta vez buscaba una nueva patria y un lugar para hacer lo que mejor sabía: registrar imágenes con sus cámaras. Hasta ahí, historia y mito. Desde ahí, Los afectos de Rodrigo Hasbún, con seguridad la mejor novela boliviana del género de narrativa contemporánea escrita hasta hoy.
En sus pocas páginas (140) libera una trama colosal y humana al mismo tiempo. El libro refleja la vida de una singular familia de alemanes en la Bolivia de los años 50 y 60: un padre aventurero comprometido con sus exploraciones en la selva amazónica en busca del Paititi y otros sueños, una madre atrapada en los contrastes y esperanzas, y unas hijas en medio de circunstancias poco comunes; las tres embarcadas a la deriva a causa de las decisiones paternales. Un relato que transcurre en uno de los momentos más radicales de la historia política de América Latina. Personajes vitales y extremos. Situaciones vitales y extremas.
Con Los afectos, Hasbún se catapulta como un novelista de primera línea, aunque deja abierta la pregunta sobre si fue el peso de esta historia (con el aporte del mito Hans Ertl, el aura guerrillero de su hija Mónika y el empalme del propio Che Guevara) o si fue su gran talento con las letras los que le dieron la envergadura a la obra. Además de su estilo limpio y nada rebuscado, Hasbún se luce con la introducción de las “pequeñas historias” –siempre las hijas con los relatos en primera persona, nunca los padres– dentro de la “gran historia”/“ninguna historia en particular” en la que el lector sólo puede percatarse del barco a la deriva en las últimas páginas del libro.
La estructura de la obra bien podría haber tenido su antecedente en algún trabajo periodístico audiovisual: es cronológica e inserta contexto político –claro que aquí vuelven a intervenir los hechos reales, es decir, la talla de los personajes en relación a los acontecimientos históricos– y ese es también otro acierto de Hasbún porque dimensiona Los afectos más allá de una aventura familiar en tierra extraña.
Los personajes están muy bien caracterizados (tomando en cuenta la distancia en el tiempo) y, junto con las situaciones, éstos son creíbles (considerando que están apoyados en las “medias verdades” que supone una novela inspirada en hechos reales, pero también con mucho de ficción).
A excepción del relato dedicado a la aventura guerrillera boliviana, los demás son atrapantes en extremo (leer el libro me tomó 7 horas) y emotivos –especialmente los de la hija menor– porque, ficción o realidad, echan una pequeña luz sobre algunos hechos verídicos inexplicables. Si para algún lector el pecado de la obra está en la carencia de un clímax abierto, creo más bien que éste no es uno, sino varios que se presentan encubiertos: en muchos pasajes hay alguna fatalidad agazapada. ¿No es el suspenso una cumbre de temores?
Luces sobre hechos desconocidos en un territorio rudo y casi olvidado por el mundo. Las consecuencias de las decisiones personales, las circunstancias políticas mundiales y locales sobre el destino de una familia.
Si se quiere opinar sobre las mejores novelas bolivianas, habrá que leer Los afectos. Si se quiere juzgar a los mitos y sus sombras, antes habrá que leer Los afectos. Si se quiere aproximar al actual drama de la migración, Los afectos también viene a cuento.
@NiemandslandED
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